¿Cuál
es el impacto que la actual crisis económica puede tener en los consumos de
drogas? Una gran pregunta para la que, a día de hoy, es difícil disponer de una
respuesta cierta. Sin embargo, en recientes declaraciones el Delegado del
Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas parece tenerlo claro: en enero nos
decía que la crisis estaba disminuyendo los consumos compulsivos y, hace unos días, que la crisis no ha causado variaciones significativas en el consumo de drogas. Babín parece basar sus declaraciones en
los últimos datos de las encuestas (EDADES y ESTUDES) en las que,
efectivamente, no parece evidenciarse que la crisis esté afectando a los
niveles de consumo de drogas de la población.
Pero,
¿hasta qué punto las encuestas poblacionales son lo suficientemente sensibles
como para detectar el potencial impacto de la crisis económica? Posiblemente se
trate de un instrumento poco adecuado para este fin ya que tienden a centrarse
mucho en si las personas han consumido drogas alguna vez en la vida, en el
último año o en el último mes y, para algunas de ellas, en la forma de
consumirlas (por ejemplo, el consumo intensivo de alcohol) pero poco en analizar
las relaciones entre los factores de riesgo y el consumo. Además, pueden ser
también poco sensibles a la hora de detectar posibles nuevos escenarios
derivados de la situación actual de crisis como, por ejemplo:
- Que las personas con una relación de dependencia con las drogas se mantengan consumiendo buscando nuevas maneras de financiarse el consumo u optar por consumir drogas más baratas;
- Que las personas que consumen de manera recreativa (no dependiente y vinculada al ocio/placer) opten por consumir drogas más baratas. Este podría ser el caso del aumento en el consumo de speed que se observa en los contextos recreativos y el paralelo descenso en el consumo de cocaína. En Andalucía, la última encuesta de “La población andaluza ante las drogas XII” ha arrojado un incremento en las tasas de consumo con respecto a 2009.
- Que aumente el número de personas dedicadas al menudeo de droga como medio, no sólo de financiarse el consumo, sino simplemente de financiarse la vida (véase, por ejemplo, esta noticia).
Todos
ellos son escenarios posibles. Pero conocer hasta qué punto se convierten en
una realidad no será posible a través de las actuales encuestas. Además de poco
sensibles, en lo que sí pueden llegar a detectar (grandes aumentos o descensos
en los consumos), la información llega tan tarde que los datos presentados son
una fotografía de un tiempo ya pasado.
Existen
razones para pensar que la actual crisis económica ciertamente está teniendo un
impacto negativo en los consumos de drogas y que el pronóstico de la situación
no es bueno. En concreto, me centro en dos vías a través de las cuales podría
producirse este impacto: a través del empeoramiento de los factores
estructurales de vulnerabilidad y el deterioro de la capacidad de respuesta de
la sociedad.
Por
una parte, no cabe duda de que la crisis impacta especialmente sobre los grupos
más vulnerables y sobre sus principales factores de vulnerabilidad como la
pobreza, el bajo nivel educativo, el desempleo o la inseguridad laboral, etc.
Tal como afirmaban Costa, de Grawe y Reuter (2011), la crisis podría impactar
en los consumos de drogas a través de estos mecanismos, aunque el efecto podría
ir en dos direcciones: “que las mayores probabilidades de perder el trabajo o
las crecientes dificultades para salir del desempleo puedan mantener el consumo
de drogas o que, por el contrario, la reducción en el poder adquisitivo y la
recesión económica tiendan a contener el gasto dedicado al consumo”. La
cuestión es difícil de abordar aunque bien podría ocurrir que, en este segundo
caso, el efecto de disminución del consumo fuera sólo temporal; esto es, podría
durar hasta que el poder adquisitivo de la gente se recupere lo suficiente como
para retomar antiguas costumbres. Por tanto, si alguien ha pensado que la
crisis económica podría conllevar un “efecto preventivo del consumo” quizá
debería valorar también esta posibilidad.
Sin
embargo, existen algunos datos que apuntan a que, en realidad, la crisis podría
provocar un aumento en el consumo. Por ejemplo, Arkes (2011) y Chalmers y
Ritter (2011) analizaron el impacto que las tasas de desempleo tienen sobre el
consumo de cannabis en Holanda y Australia, respectivamente. Los datos de Arkes
apuntan a que el consumo de cannabis aumenta a medida que aumenta el desempleo,
tanto en adolescentes como en jóvenes adultos, y lo explica por la atracción
que la venta ilegal de cannabis puede tener en tiempos de recesión.
Bretteville-Jensen (2011) analizó el impacto de la recesión en los precios de
las drogas mostrando como estos podían contrarrestar el descenso en el poder
adquisitivo de los consumdidores. Estos y otros trabajos fueron publicados en
2011 en un número monográfico llamado “Recesión económica, uso de drogas y
salud pública” de la prestigiosa revista International Journal of Drug Policy.
Pero
donde quizá sí se está haciendo más que evidente el impacto de la crisis es en
el progresivo desmantelamiento de las infraestructuras creadas desde la década
de los ochenta para la prevención y asistencia en materia de drogodependencias.
Los recortes presupuestarios están minando los servicios públicos y la acción
de la sociedad civil. Esto se traduce en que se previene menos (aunque se nos
dice ahora que tenemos que prevenir “mejor”) y en que los servicios de atención
a personas con problemas derivados de su consumo de drogas estén pasando serias
dificultades o desapareciendo. Pero también se traduce en que, en el caso de
que el consumo de drogas aumentara o comenzaran a aparecer nuevos problemas
derivados, nuestra capacidad de respuesta estaría francamente mermada. Esto es
un serio inconveniente desde la óptica de la salud pública y no nos sirve de
consuelo el hecho de que, al menos, nunca nos dirán que, en tiempos de bonanza,
nos estuvimos drogando por encima de nuestras posibilidades.
Referencias
Costa, C.; de Grauwe, P., y Reuter,
P. (2011). Economic recession, drug use and public health. International
Journal of Drug Policy, 22, 5, 321-325.
Arkes, J. (2011). Recessions and the
participation of youth in the selling and use of illicit drugs. International
Journal of Drug Policy, 22, 5, 335-340.
Chalmers, J., y Ritter, A. (2011).
The business cycle and drug use in Australia: evidence from repeated
cross-sections of individual level data. International Journal of Drug
Policy, 22, 5, 341-352.
Bretteville-Jensen, A. L. (2011).
Illegal drug use and the economic recession: what can we learn from the
existing research? International Journal of Drug Policy, 22, 5, 353-359.
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